Fuego amigo: “En Malvinas, oficiales torturaban a soldados judíos en plena guerra”

20230424-15

En su nuevo libro, Hernán Dobry narra cómo altos mandos del Ejército descargaron en las islas su antisemitismo sobre combatientes de la comunidad judía.

“Malvinas sigue siendo una cuenta pendiente”, dice Hernán Dobry, que lleva años y más años investigando y escribiendo sobre las islas y el conflicto armado, un período en el que publicó tres libros sobre distintas aristas vinculadas a aquella guerra, y que ayudan a entender a la comunidad judía y a la Argentina como nación durante la dictadura y hoy.

Su tercer libro, Los soldados judíos de Malvinas (Ediciones Hebraica), acaba de editarse, aunque comenzó a gestarse hace más de una década, cuando publicó Los rabinos de Malvinas para responder una pregunta y se topó con otra, más inquietante.

“Con aquel libro busqué responder por qué un soldado necesitaba a un rabino en plena guerra, cuando sabemos que les faltaban alimentos, armas y abrigo. ¿Cuánto pesa un rabino? ¿90 kilos? ¿No era mejor mandarles 90 kilos de comida o de municiones antes que un rabino? Los únicos que podían responder esa pregunta eran los protagonistas y salí a buscar judíos que hubieran combatido en la guerra”, cuenta Dobry en diálogo con La Nación. “No sabíamos cuántos soldados eran porque no hay un listado de veteranos judíos de Malvinas. Así que comencé a rastrearlos y entrevistarlos, y me topé con algo más profundo. Comenzó a aflorar mucho el antisemitismo, lo que habían sufrido durante la guerra y cómo la comunidad los abandonó durante los treinta años posteriores”.

Dobry comprendió que se trataba de un desafío mayúsculo, que para peor despertaba desinterés o resistencia en algunas entidades de la comunidad. Así que inició el recorrido sin tener claro hasta dónde podía llegar. Y llegó lejos, aunque sabe que la investigación tiene más aristas y pistas por abordar. Su premisa es elocuente: “Debemos ejercitar la memoria, no como una herramienta política, sino para entender”, razona desde Madrid.

¿Qué pasó cuando publicaste aquel libro sobre los rabinos de Malvinas?

–Desató una movida fuerte. La comunidad empezó a homenajearlos, pero quedó pendiente escribir un libro sobre los soldados judíos que combatieron en Malvinas. Durante los homenajes que organizaron la AMIA, la DAIA, la Sociedad Hebraica y un montón de instituciones del interior fueron apareciendo más veteranos. De los 24 que había encontrado para el libro anterior pasamos a 43. De ellos, 39 prestaron testimonio, lo que es clave por una cuestión de memoria familiar para esos veteranos y como memoria colectiva, además de como respuesta al antisemitismo latente que hay en la Argentina.

Detectaste que el 33% sufrió agresiones antisemitas y que el 10% fue estaqueado en las islas. ¿Cómo se explica esto?

–Se explica dentro de un contexto. Estábamos en dictadura, tiempos en que la tortura en un centro clandestino de detención era moneda corriente y muchos represores fueron a combatir a Malvinas. Hablamos de un período en el que regía el servicio militar obligatorio, en el que también era muy fuerte el antisemitismo. Muchos de los soldados judíos que fueron a Malvinas ya habían padecido incidentes en sus cuarteles: “bailes”, maltratos, penalizaciones constantes. También se registró un ensañamiento especial en los centros clandestinos de detención contra los judíos, que así quedó asentado en el Nunca más. Todo ese clima previo existente en los cuarteles se trasladó a la guerra. El militar que era antisemita en el cuartel lo fue durante la guerra.

¿Cómo reaccionaron los veteranos cuando los contactaste?

–Cuatro no quisieron que los entrevistase; otros fueron reticentes, pero fueron abriéndose de manera gradual. Y la mayoría se mostró más que agradecida, porque el veterano todavía necesita una palmada en la espalda, es decir, el abrazo de la sociedad. Este libro es parte de eso. Hay que entenderlos y respetarlos.

Durante tu investigación detectaste soldados y suboficiales judíos en Malvinas, pero ningún oficial. ¿Cómo interpretás ese hallazgo?

–Me llamó la atención, claro. Aclaremos, por supuesto, que no tengo la certeza de que no hubiera entonces oficiales judíos en Malvinas. Aclarado eso, sí podemos decir que la presencia de oficiales judíos en el Ejército Argentino casi desapareció con el Congreso Eucarístico Internacional de 1934 y la decisión de la dictadura de 1943 de exigir un certificado de bautismo como requisito para ingresar al Ejército, lo que cerró las puertas a todos los que no fueran católicos. Esa medida se revirtió, pero quedó arraigado ese espíritu y los pocos oficiales judíos que había en el Ejército no lograron superar el rango teniente coronel a no ser que se convirtiera al cristianismo. En cuanto a la Armada, tendría que trabajarlo más. Pero puedo afirmar que en la Fuerza Aérea no hubo oficiales judíos, salvo algún eventual caso. Fue la fuerza más integrista de las tres.

Silvio Katz (segundo desde la izquierda) en Eliza Cove, Malvinas, junto a sus compañeros del Regimiento de Infantería Mecanizado 3

¿Pidieron perdón las Fuerzas Armadas o intentaron una explicación sobre los abusos antisemitas en Malvinas cuando salió tu anterior libro?

–No. El Ejército no se pronunció sobre el antisemitismo. Sabemos que tardó décadas en pronunciarse sobre los desaparecidos. Es curioso, porque aquel libro sobre los rabinos también le ofreció al Ejército una oportunidad para sacar pecho ya que expuso la historia de los cinco rabinos que fueron los únicos capellanes no católicos que prestaron servicio en las Fuerzas Armadas en toda la historia argentina. Aun cuando podríamos analizar por qué lo permitieron y cómo utilizaron la primera ceremonia de Shabat en Comodoro Rivadavia para una movida de propaganda con fotógrafos invitados de todos los medios de comunicación.

¿Cómo reaccionó la comunidad judía tras la guerra, cuando los veteranos contaron lo que habían padecido?

–La comunidad judía se mueve en general de la misma forma que la sociedad argentina. Tengamos en cuenta que la comunidad judía argentina está en todos los ámbitos de la sociedad. Lo que le pasa a la sociedad argentina le pasa a la comunidad judía argentina. Cuando comenzó la guerra de Malvinas todo fue euforia en la comunidad, fue juntar dinero, alimentos y abrigo para apoyar a los soldados. Y cuando se acabó la guerra, colocó Malvinas debajo de la alfombra como también lo hizo el grueso de la sociedad argentina. Te doy un ejemplo A nadie de la comunidad se le ocurrió preguntarse cuántos soldados judíos habían peleado en Malvinas, ni armar un listado de veteranos judíos, al punto que el primero que lo intentó fui yo en 2012. ¿Otro ejemplo? Cuando la DAIA publicó un libro para celebrar sus primeros 70 años, no mencionó que había enviado cinco rabinos como capellanes a Malvinas. ¡La propia institución no sabía que eso había ocurrido!

¿Cómo reaccionó la comunidad ante los datos alarmantes sobre vejámenes y abusos y torturas entre los veteranos?

– La salida del libro Los rabinos de Malvinas obligó a todos a despertarse, aún cuando todo aquel que había hecho la colimba sabía sobre el antisemitismo en los cuarteles. Lo distinto en Malvinas fue que los oficiales torturaran a sus propios soldados en medio de una guerra, algo incomprensible. De hecho, cuando lo cuento acá, en España, no pueden creerlo. Cuando salió aquel libro hubo muchas muestras de apoyo, de ayuda y de homenaje a los veteranos. Porque la reparación histórica pasa por el Estado, pero aquí hablamos de reconocer y abrazar a los veteranos. En 2019, por ejemplo, Hebraica los nombró socios honorarios del club y les entregó un carnet con el logo de las Malvinas. Eran los hombres más felices del mundo. Fue apenas un gesto, pero valioso, mientras que la DAIA se presentó como “amicus curiae” en la investigación judicial que se abrió por las torturas registradas en las islas durante la guerra. El expediente está ahora en la Corte Suprema, donde lleva años. Toda esta trama, no solo la judicial, sigue pendiente.

Daniel Kociak (primero de la derecha) junto a sus compañeros médicos en el Hospital de Campaña de Puerto Argentino

¿Cómo es eso?

–Malvinas sigue siendo una cuenta pendiente. Todavía hay mucho por investigar sobre las causas y consecuencias del conflicto, además de la sobre guerra en sí. Todavía hay muchos gestos que pueden hacerse. Clubes de fútbol, por ejemplo, que pueden reconocer como socios honorarios a sus hinchas que son veteranos. Colegios e instituciones pueden convocarlos y mucho más. Y todavía hay mucho por encarar desde el tratamiento psicológico de los veteranos. La cantidad de suicidios entre los veteranos supera la cantidad de muertos que se registró en combate. Y un eje al que vuelvo: debemos ejercitar la memoria, no como una herramienta política, sino para entender.

¿Cuántos de los veteranos judíos volvieron a Malvinas?

–Muchos; otros, todavía no; y algunos no quieren saber nada. Hay historias magníficas. Está la de un veterano que ganó un concurso de una marca de cigarrillos, fue con su novia y engendró a su hijo ahí cuando le habían dicho que no podía tener hijos. Muchos quieren volver con sus familias, con sus compañeros de trinchera o de unidad. Para muchos es una forma de cerrar un ciclo, quieren ver con vida a unas islas que fueron de guerra, de muerte y de locura. Eso está muy presente entre los veteranos.

 

 

Nota de Hugo Alconada Mon para el Diario La Nación

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