La gestión Gieco, entre la impotencia y la improvisación

El intendente Ezio Gieco visitó los estudios de DiamanteFM y dejó, quizás sin proponérselo, una de las radiografías más crudas de su propia administración. Al cabo de un año y medio de gestión, no solo no ha habido grandes obras ni transformaciones visibles, sino que el propio mandatario reconoció —con el desparpajo del que habla de la incapacidad de su gestión como si fuera de otro— que “no hemos obtenido los resultados esperados”. La frase, dicha como quien comenta que el asado le salió seco porque la carne no era buena, funciona como la marca de una gestión que nunca supo cómo empezar.
Gieco llegó a la intendencia con un equipo sin experiencia, sin proyecto claro y con escasa preparación técnica. Salvo por algunos funcionarios de carrera que sostienen con dignidad lo básico del aparato municipal, el resto del gabinete parece más un elenco de voluntarismos mal organizados que un equipo de gobierno. La falta de planificación no es una acusación política: es un hecho. Se refleja en cada área, en respuestas desorganizadas y en promesas que se diluyen sin llegar a concretarse.
La obra pública brilla por su ausencia. El intendente menciona avances menores como si fueran hitos históricos: un plan de bacheo fragmentario, luminarias en un camping municipal, o la reparación de una bajada al puerto que no tiene fecha cierta ni responsables definidos. Mientras tanto, obras estructurales como la estabilización de las barrancas o el funcionamiento del parque industrial siguen siendo promesas, sin fondos ni ejecución. La terminal, el Cristo Pescador, el traslado de viviendas en riesgo: todo está en veremos.
En el plano económico, se jacta de tener un municipio “saneado”, con $1.500 millones reservados. Pero tener fondos inmovilizados no es gestión: es pasividad. Si hay recursos y no se traducen en obras concretas, el problema no es el dinero: es la capacidad de gobierno.
La cuestión salarial, de trabajadores municipales sumidos a sueldos miserables, no se resuelve con reuniones cada tanto, ni con frases moralizantes. Tampoco alcanza con culpar a la Nación o a la provincia por la ausencia de aportes cuando no se hacen gestiones para obtenerlos.
El turismo, uno de los motores potenciales de la ciudad, quedó reducido a mantener un predio y habilitar cabalgatas. El motoencuentro, una marca cultural de Diamante, se dejó de lado con excusas rebuscadas y miedo a que se les vaya de las manos. Es más fácil renunciar que gestionar.
El resumen es simple: se gobierna sin rumbo. El intendente reconoce que las cosas no salieron como esperaba. Pero lo que no dice, y acaso ni siquiera comprende, es que no se puede esperar ningún resultado cuando no hay un proyecto.
La gestión Gieco no administra: sobrevive. Y no por falta de recursos, sino por una alarmante falta de idea y de oficio.
Gieco ganó la elección. Pero Diamante necesita algo más que eso. Necesita un intendente.
Nota de opinión de El Beto de Diamante