Ni yanquis, ni marxistas y la batalla cultural

En el libro “Los Intelectuales y la Organización de la Cultura”, el italiano Antonio Gramsci sostenía que “… se pueden fijar dos grandes planos superestructurales, el que se puede llamar de la  sociedad civil”, que está formado por el conjunto de los organismos vulgarmente llamados “privados” y el de la “sociedad política o estado” que corresponden a la función de “hegemonía” que el grupo dominante ejerce en toda la sociedad y la del “dominio directo” o de comando que se expresa en el estado y en el gobierno “jurídico”. Estas funciones son precisamente organizativas y conectivas.

Los intelectuales son los “empleados” del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno político…” Estas líneas nos dan una idea inicial para comprender algo de la llamada batalla cultural.

En una breve mirada desde la recuperación democrática en Argentina, en épocas del gobierno de Raúl Alfonsín hubo ciertos atisbos de una mirada gramsciana pero las mismas no alcanzaron desarrollos importantes. En el ascenso y dominio de los sectores kichneristas y ligados al mismo, también se evidenció la necesidad de establecer valores y normas en función de una nueva realidad que implicase una cultura al menos, superadora de la existente, donde podemos indagar aspectos gramscianos pero no enteramente. Y esto por una sencilla razón: el kirchnerismo es una parte más del Peronismo, no el Peronismo.

Sin embargo, el escenario actual es distinto, complejo y con una dinámica cada vez más heterogénea, aturdido por las redes sociales con sus ejércitos de trolls, medios de comunicaciones y periodistas “oficialistas”, con una retirada “planificada” del Estado, una profunda contracción económica y la presión por establecer nuevas reglas jurídicas y económicas, que están planteando escenarios donde bien podemos hablar de una “batalla cultural“ tan popularizada en estos tiempos.

Por lo pronto, las categorías gramscianas tienen su razón de ser y las mismas estuvieron dentro de un contexto de proyectos, tendencias y partidos políticos e ideológicos progresistas y ciertamente críticos al sistema capitalista burguès. Pero también una manera distinta de combatirlo desde las huestes marxistas.

De ahí su atracción e importancia durante años pero que recobra, en parte, nuevos bríos al aparecer nuevamente en un horizonte donde es el neoliberalismo libertariano el que quiere utilizarlas. La novedad, provocadora si se quiere, es la existencia, en apariencia incipiente, de una captura de las mismas bajo el manto “anarco neoliberal capitalista” dando entidad, por eso lo novedoso, a las clásicas afirmaciones del denominado discípulo del profesor Murray Rothbar, a través de un Estado cuyo presidente es Javier Millei.

En épocas de Murray Rothbar, las ideas libertarias o libertarianas solo tenían un par de adeptos con representación política en Alaska y en Texas y grupos minúsculos repartidos por los Estados Unidos. Su carácter de ultra liberal no les permitía más crecimiento por estar en las periferias ideológicas y electorales democráticas. Pero esto no debe llevar a confusión. Las lógicas de ello podemos rastrearlas en el Liberalismo Clásico desde John Locke en adelante. Sin embargo los verdaderos padres fundadores de las ideas libertarias o libertarianas son el neo liberalismo de Friedrich

Von Hayeck y Ludwig Von Mises, capitalistas y defensores del laisser faire y, muy especialmente, en los extremos de la versión, en su carácter anarquista, por el profesor Murray Rothbar. Juegos del destino, Carlos Marx y Murrey Rothbar han construidos sus utopías a partir de la desaparición del Estado por lo que llama la atención y asombro (no solo en Argentina sino en los principales países del mundo) es que las ideas de éste, en los extremos del liberalismo, son en las que se apoya el presidente Javier Milei.

La denominada “batalla cultural” no es nueva, lo que sí es nuevo es que por primera vez tiene un anclaje estatal, un país, desde donde parte el plexo ideológico neoliberal extremo para llevarla a cabo. Y ello puede explicarse desde una mirada de confrontación con la estructura de lo que nosotros llamamos Estado. La expresión anarco capitalista, no es caprichosa, muy por el contrario, requiere como todo nuevo orden de un proceso de asimilación, establecimiento de nuevo valores, normas y procedimientos donde la sociedad, no necesariamente la comunidad, comience a recibir mensajes sociales, educativos, culturales y políticos que conllevan una nueva mirada de lo que debe ser una sociedad. Este es el nudo central de la batalla cultural.

Y en Argentina quién puede dar la batalla cultural ante este contexto de situación, es el Movimiento Nacional Justicialista. Razones y fundamentos sobran. Es tan cierto ayer como hoy cuando el general Juan Domingo Perón afirmaba que “El hombre y la sociedad se enfrentan con la más profunda crisis de valores que registra su evolución donde Nuestra Comunidad –Organizada – a la que debemos aspirar, es aquella donde la libertad y la responsabilidad son causa y efecto en que exista una alegría de ser, fundada en la persuasión de la dignidad propia”. Empero, el Peronismo deberá recuperarse y pronto, con la necesidad imperiosa de los tiempos en que vivimos sincerándose y recuperando confianza con su Pueblo.

La actualidad argentina requiere el involucramiento de hombres y mujeres, con responsabilidad histórica, porque corremos un serio peligro como Nación de perder lazos de solidaridad, confianza e independencia los cuales deben volver a ser parte de nuestro acervo nacional.

 

Nota de opinión de Sebastián Aguilar

Licenciado en Ciencias Políticas. Profesor universitario. Dirigente peronista. Expresidente del Bloque de Concejales de Diamante. Presidente Consejo de Unidad Básica del PJ de Diamante.