Este domingo 17 de agosto, más de 11 millones de bolivianos están convocados a las urnas para elegir nuevo presidente, vicepresidente y representantes legislativos, en unos comicios que podrían poner fin a dos décadas de gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS).
Las encuestas muestran un claro favoritismo hacia candidatos de derecha, reflejando el descontento por la crisis económica y la división interna del oficialismo.
El escenario electoral está dominado por dos figuras opositoras: el empresario Samuel Doria Medina y el expresidente Jorge “Tuto” Quiroga, quienes concentran entre el 20% y 25% de la intención de voto. Sus campañas han prometido revertir el modelo estatista implementado por el MAS, en un contexto de inflación récord (24,5% interanual), escasez de combustibles y alimentos, y la caída de las exportaciones de gas.
Mientras tanto, el MAS enfrenta su peor crisis interna, con una fractura irreconciliable entre el expresidente Evo Morales —quien inhabilitado para competir, llamó a votar en blanco— y el actual mandatario Luis Arce, que renunció a buscar la reelección. Los candidatos oficialistas, Andrónico Rodríguez y Eduardo del Castillo, apenas alcanzan un 5% en las preferencias, según sondeos recientes.
Para garantizar transparencia tras las polémicas elecciones de 2019, el Tribunal Supremo Electoral implementó un nuevo sistema de fiscalización, que incluye fotografías digitales de actas y la supervisión de observadores internacionales de la UE y la OEA. Los resultados preliminares se conocerían la misma noche de los comicios, aunque el conteo definitivo podría demorar hasta siete días.
Con las urnas abiertas entre las 8:00 y 16:00 horas, Bolivia se encamina hacia un posible cambio histórico. Si ningún candidato supera el 50% de los votos válidos —o el 40% con 10 puntos de ventaja—, el país tendrá que esperar hasta octubre para definir su rumbo en una segunda vuelta, en lo que sería la primera victoria de la derecha desde 2002.